La comarcalización hoy ya se maneja como única salida, y de manera oficial, con la denominación de Ordenación Territorial. Algo que no es más ... que reordenar las localidades en concentraciones en las que los servicios a los ciudadanos puedan ser asegurados porque su coste es amortizable socialmente.... se sostiene que los pueblos con menos del centenar de habitantes terminarán extinguiéndose.
549 en la Comunidad y en Soria son mayoría. El campo seguirá atendido pero desde lejos. ‘Población y poblamiento en Castilla y León’ asegura que las localidades que no se fusionen terminarán desapareciendo como ocurrió a mediados del siglo pasado.... La crisis obligará a las entidades a ir recortando en todo hasta tener que plantearse que los servicios no son viables para una cantidad mínima de pobladores. Para los técnicos, la fusión es la salida, como está ocurriendo con empresas, bancos, etcétera. A sabiendas de que nadie quiere romper su vínculo existencial, el informe incide en que la reorganización debe de ser obligada. ¿Se imaginan tener que elegir dónde trasladarse a Soria, Almazán, El Burgo, Ágreda, Ólvega, Arcos, San Leonardo o Covaleda -son los principales núcleos propuestos-? A pesar de todo los derechos de los ciudadanos deben garantizar su negativa, aunque la exposición sea lógica. Eso sí, quienes elijan quedarse deben saber que se convertirían en elefantes por su senda dependientes de ellos mismos. No obstante, uno debe poder elegir dónde y cómo quedarse aislado.
¿Significa ésto que la provincia de Soria se verá reducida a la capital y siete pueblos?
Mi postura, así como la de tantos otros que escriben sobre otras localidades, es radicalmente contraria a este planteamiento. Una situación circunstancial y anómala que hemos padecido durante el último siglo, ha deprimido a unos territorios en favor de otros. Eso no significa que este territorio esté condenado a la extinción, en un mundo superpoblado, ni menos aún justifica que los gobiernos hagan planes para que así sea. Ni sus tierras son improductivas, ni el lugar geográfico que ocupamos está lejos de ningún sitio, ni sus habitantes tienen menos derechos que los de otros lugares, pues las obligaciones han sido exigidas al menos por igual.
Quienes con gran sacrificio económico están reconstruyendo viviendas en nuestros pueblos, contratando luz y teléfono, viviendo en ellos en cuanto sus ocupaciones les dejan ¿van en dirección contraria a los que nos administran y por eso se les ponen tantas trabas?.
Pobladores de derecho o de hecho, no decidimos más que de puertas de casa para adentro. De lo que pasa fuera podemos pensar y decir lo que queramos, pero poco decidir.
Efectivamente, a mediados del siglo pasado desapareció población y algunos pueblos quedaron semi-abandonados y al borde de desaparecer. La causa fue la mecanización del campo, que hizo que sobrara la antes abundante mano de obra, y a la marginación femenina, que hacía preferible a las jóvenes irse a la ciudad y dejar aquí a los hombres solteros. Los polos de desarrollo se financiaron desde el Estado, pero ninguno fue puesto en nuestra tierra. Ahora, donde sobra mano de obra es en los sitios grandes, y las mujeres agrarias tienen legalmente los mismos derechos que el varón. ¿Seguro que por aquí no quedan cosas por hacer?. ¿No se podrían iniciar o favorecer otras actividades, en lugar de subvencionar solamente a actividades de tan poca necesidad de operarios? ¿No se puede invertir la tendencia, y regresar población de las grandes a las pequeñas localidades, al estilo de otros países o regiones? ¿No es posible repartir el desarrollo entre todos los territorios de España, en lugar de empeñarse en hacerlo solo en las regiones que ya fueron más desarrolladas?. ¿Habrá que hacer una llamada a los sefardíes para que regresen y repueblen la tierra donde vivieron sus antepasados de hace seis siglos, y de paso que nos enseñen a hacer habitables los desiertos?
Hace tiempo se cerró el cuartel de la guardia civil, ya se cerró la escuela por falta de niños, se han cerrado tiendas, en la cuerda floja está ahora la institución parroquial, y por otras informaciones también la viabilidad de las farmacias rurales. La población sigue disminuyendo y ningún núcleo de nuestro entorno a 25 km, ya ni siquiera Baraona, llega a los 100 habitantes ¿Seguro que presionando para que se abandonen los pequeños pueblos es como se sale de la crisis?, ¿o mejor sería usar la madera que se pudre en los montes, arreglar las carreteras, aprovechar el paso del gas también para instalarlo a los habitantes, dar servicio de fibra óptica a las poblaciones que no la tienen, optimizar el transporte público, abrir más actividades culturales en los locales poco usados de los ayuntamientos, radicar teletrabajadores, construir viviendas públicas para vender o alquilar, mejorar la gestión del agua, revisar el trabajo del pastoreo y aumentar los diversos tipos de ganadería...?. Todos conocemos a algunos emprendedores que distribuyen pan desde sus pueblos pequeños, a quien ha tenido su despacho de abogado en la zona, a dueños de sus pequeñas tiendas o bares, que siguen sirviéndonos desde el mostrador o desde la furgoneta ambulante. ¿Reciben algún tipo de ayuda de la Junta por esas actividades, o a estos solo los cuentan para cobrarles impuestos?
En resumen: ¿los pequeños pueblos, se mueren o es que los están matando?
Información añadida, para mostrar realidades, y no "historietas" y mentiras que siguen influyendo hoy día en las decisiones de los gobiernos, usando de insaciables "reivindicaciones" e inventándose "déficits fiscales" justo desde los poderes autonómicos económicamente más poderosos.
Véase la realidad gráfica de dos provincias tratadas de una forma muy desigual por los gobiernos en el Siglo XX, especialmente durante el franquismo, que en la actualidad continúa. Sus densidades de población indican claramente los flujos migratorios y se puede deducir de ello la calidad de servicios a los habitantes en unas zonas y otras. ¿No resulta caro también prestar servicios a los caseríos y pueblos pequeños de las montañas guipuzcoanas? Pero claro, allí iba el dictador de vacaciones cada año en su yate Azor, y toda la gran burguesía donostiarra acudía a La Concha a reindirle pleitesía, que se veía compensada por los acuerdos de los consejos de ministros en el Palacio de Ayete (fuí testigo directo).
Algo similar podríamos decir de Cataluña, cambiando el palacio por Pedralves, y mostrar sus estadísticas. Basta con repasar un periódico de la época: