JULIAN MACHIN, DE PASTOR A ALGUACIL TODOTERRENO EN BARAHONA
El inesperado fallecimiento de Julián Machín en Barahona el día 7 de noviembre, a sus 56 años, conmocionó a todos los habitantes de estos contornos, y distorsionó de alguna manera proyectos en los que su persona era aglutinadora de amistades.
Por ello, a modo de homenaje, reproducimos aquí la entrevista que fue publicada en agosto 2010 por la revista comarcal Plaza Mayor; junto a una fotografía reciente del amigo fallecido.
Por ello, a modo de homenaje, reproducimos aquí la entrevista que fue publicada en agosto 2010 por la revista comarcal Plaza Mayor; junto a una fotografía reciente del amigo fallecido.
Julián Machín vendió todo su rebaño no hace todavía un año, y parece no echar de menos a las ovejas. Aun le falta un buen trecho para llegar a la edad de la jubilación, y lo encuentro limpiando de malezas los aledaños de la iglesia de Pinilla. Suelta la desbrozadora, lía un cigarro, y se desahoga.
“Pues mira, que te juro que no añoro mi larga vida como pastor, y uno siente que hasta le queda mucho tiempo libre. En lo económico, por una parte siento que vendí el rebaño en mejores condiciones que conseguiría ahora, ya que si llego a pensármelo un poco más hoy me hubiesen dado por el rebaño la mitad de lo que entonces cobré. Me consta, que a otros, que se han retrasado unos meses en la decisión de vender el ganado, se han tenido que quitar las ovejas como viejas, o sea destino al matadero, y ya me dirás que beneficio lleva eso... Bueno, y ya sin ocupación, me enteré de que había unas ayudas del Fondo Social Europeo, con lo que me propusieron un contrato para realizar servicios necesarios para el pueblo, que si la limpieza de Barahona y sus pedanías, o arreglar desperfectos en el mobiliario urbano, o colocar letreros cuando procede, y hoy me ves rozando y limpiando de matorrales las calles de Pinilla, mañana toca fregar el ayuntamiento, o plantar árboles, y pasado iremos a dejar en condiciones la torre de Romanillos…”
Julián sigue aplicado en la faena, alternando la máquina con el rastrillo y la horca hasta que se pone el sol, con lo que da por terminada su jornada. Luego, llega su espacio para el asueto, que no va más allá de la partida de cartas en el bar de la plaza de Barahona o en Casa Guarni.
“Lo malo es que a veces falta personal hasta para poder echar la partida de cartas, lo que dice mucho de la desolación de estos pueblos. Hablando de escasez de gente, te cuento que también me toca desde hace muchos años la función de juez de paz, con lo que corresponde llevar el papeleo del registro civil, y lo más frecuente es anotar defunciones. En los veintiún años que desempeño el cometido, entre Barahona y las pedanías, no habré inscrito ni una docena de nacimientos, y en cuanto a defunciones pasan del ciento.”
Julián siempre está dispuesto a todo, ya sea preparar una caldereta, portar el estandarte en la procesión si se precisa, y como por la noche no lo espera nadie en su casa, suele cerrar, al mismo tiempo que los músicos, el festejo que corresponda.
“Uno tiene muchas ganas de que lleguen los veranos, ya que es cuando se vuelven a abrir las casas de quienes se fueron y retornan gentes que emigraron o sus hijos, y la cosa se anima. Como tengo buenos amigos en todos los municipios del entorno, y para quitar el desánimo que queda tras los fríos, uno se apunta a toda farra o diversión. Por mi parte, estaría dispuesto a organizar una caravana de mujeres, de las que han montado en tantos sitios, y que me consta ha servido a algunos solteros para encauzar sus vidas con chicas forasteras. Eso sí, que quede constancia de que no queremos solo a una mujer para que nos cuide y atienda, que por lo que nos interesa y conviene, hemos aprendido a llevar perfectamente la casa, cocinar, lavar, planchar y conocer qué producto de limpieza hay que utilizar. Tendré que hablar con los mozos veteranos del contorno, y a ver si montamos una fiesta con mucha publicidad y convocatoria, que al menos tendríamos un par de días de sano jaleo y alegría de charangas, al tiempo que promocionaríamos la paz y la tranquilidad de nuestros pueblos, que yo, con todos los inconvenientes, no cambiaba por la vida en una gran ciudad. Pero lo más importante y urgente, ya que hoy por hoy no tenemos solteras para mirar, ni niños para mantener escuelas, sería que en invierno, al menos, pudiésemos completar al personal necesario para poder echar la partida…”
JAVIER NARBAIZA
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