A la sombra de la
actual crisis sanitaria, se ha puesto de moda hablar del “éxodo a los pueblos”.
No hay televisión ni periódico que no le haya dedicado algún espacio a este
tema, tratándolo con mayor o menor acierto.
Esta semana, La
Sexta emitía el programa “El virus y la España vaciada: ponerle
mascarillas al campo”, cuya
gran parte estaba dedicada a proclamar las bondades de vivir en un pueblo. Mientras
tanto, en la prensa escrita podemos leer artículos como “El éxodo inmobiliario que viene tras el
virus: de la ciudad al campo” (El País, 3 de mayo de 2020) o “Éxodo de las ciudades” (La Razón, 8 de mayo 2020).
Dejando de lado
el tono sensacionalista de algunos titulares, algo de cierto hay en que la
percepción hacia vivir fuera de las grandes ciudades está cambiando a raíz de
los últimos acontecimientos.
No se trata de un
fenómeno único de España. La prensa internacional trata esta tendencia de forma
similar: “El coronavirus reconfigurará nuestras
ciudades, simplemente aún no sabemos cómo” (The Guardian, 22 de mayo 2020. Traducción aquí).
España y su peculiar distribución territorial
A pesar de que España
es el segundo país con mayor extensión de la Unión Europea y uno de los de menor densidad de población, nuestras ciudades son de las más grandes
y concentradas de Europa. “En Europa hay 33 áreas de un kilómetro
cuadrado con más de 40.000 habitantes... y 20 de ellas se sitúan en el estado
español” (La Vanguardia,
26 de enero de 2018). Por tanto, España podría ser uno de los países con mayor
potencial para un reequilibrio en la distribución de la población.
¿Supondrá esta crisis un movimiento de población hacia los pueblos?
La popularización del teletrabajo se presenta como uno de los posibles
detonadores de este “éxodo”. Sin duda, tras las experiencias de teletrabajo durante
el confinamiento, sería impensable imaginar que se volviera a la situación
anterior. Especialmente si a partir de ahora hubiera una obligación de
distanciar físicamente a los trabajadores, que requeriría más espacio y podría incrementar el coste por empleado del
espacio en los centros de trabajo.
Lo esperable es
un aumento del teletrabajo. Pero de ahí a que una parte considerable de la
población pueda teletrabajar el 100% del tiempo hay un trecho. Aun así, opciones
como teletrabajar el 50%, acudiendo al centro de trabajo solo algún día a la
semana y con cierta flexibilidad, también podrían facilitar el poder vivir en
un pueblo.
Atendiendo a la
prensa, este “éxodo” no se produciría en todas las zonas por igual. Se habla de
un aumento sustancial de la demanda inmobiliaria fuera de las ciudades, pero principalmente
en las zonas más cercanas que permitieran acudir al centro de trabajo
esporádicamente con facilidad. En particular en la sierra de Madrid, aunque el artículo de La Razón menciona también Soria.
En el caso de la zona de Barahona, la distancia siempre ha hecho imposible
vivir en el pueblo y desplazarse cada día a trabajar a ciudades como Madrid o
Zaragoza. Ahora, con la perspectiva de poder hacer un porcentaje significativo
de teletrabajo, la ecuación podría ser distinta.
Aun así, confiar
el futuro de los pueblos a “teletrabajar para las ciudades” tampoco parece lo
ideal. En todo caso, el trabajo no es la única barrera que puede impedir
mudarse a un pueblo.
Más allá del teletrabajo, hay otros factores que, quizá potenciados por la
crisis actual, podrían dar un impulso al entorno rural. No hay que olvidar que
antes de la pandemia actual, cuando la prensa también hablaba de otras cosas,
ya se apreciaba un cambio de paradigma hacia una mayor sostenibilidad, en
relación con el cambio climático. Algunas voces apuntan a que la crisis
sanitaria podría darle todavía más fuerza a una “reconstrucción” sostenible: “La
Comisión Europea, entre otros, sostiene que el Pacto Verde Europeo es la
estrategia de crecimiento que puede ayudar a la recuperación económica de
Europa [tras la pandemia] y al mismo tiempo abordar la emergencia climática
global” (Traducción aquí).
El Pacto
Verde Europeo “European Green Deal” es uno de los principales proyectos a
futuro de la Unión Europea, y contempla este impacto positivo para las zonas
rurales entre sus objetivos: “Los
fondos europeos, incluidos los de desarrollo rural, ayudarán a las zonas
rurales a sacar partido de las oportunidades de la economía circular y de la
bioeconomía. La Comisión reflejará esta necesidad en su visión a largo plazo
para las zonas rurales”.
La creciente
tendencia al consumo de alimentos saludables, de proximidad y calidad, podría
potenciar un sector primario de producción local, menos intensiva y que podría generar
más empleo: “Tendencias de consumo pos-COVID-19:
alimentación saludable y producto local, a buen precio” (20 Minutos, 27 de mayo de 2020).
La falta de acceso a Internet sigue siendo una barrera
Con todo, las
infraestructuras siguen siendo una piedra angular en del desarrollo rural,
empezando por el acceso a Internet, requisito indispensable a día de hoy para
que casi cualquier empresa o profesional se pueda plantear establecerse en un
pueblo: “Hoy en día sin acceso a Internet no puedes
ni cuidar de tus vacas”
(La Vanguardia, 2 febrero 2020).
Se trata de una
necesidad, ya no solo para las empresas. Cada vez más, Internet es requisito indispensable
para acceder a servicios ciudadanos básicos y de ocio. Es un tema ampliamente
tratado en esta web.
Viendo el caso de
muchos otros pueblos que casi no tienen ni teléfono, Barahona no está tan mal
en cuanto a telecomunicaciones (ver “Tres tecnologías para conectarse a
Internet en Baraona”,
2017). En su día se recibió muy positivamente la disponibilidad del ADSL, pero
nos estamos quedando atrás y una conexión de fibra óptica es indispensable a
día de hoy (ver “Baraona
también necesita la fibra óptica”, 2019).
A esto hay que
añadir que, si bien la velocidad es un requisito, también lo es la fiabilidad.
Noticias como el corte del servicio de teléfono e Internet
durante una semana en agosto
de 2019 no inspiran confianza.
Y lo que no es Internet
Pero no solo de
infraestructura vive el hombre. En el pasado, grandes inversiones en
transporte, carreteras, y otras infraestructuras no parecen haber sido la
solución mágica a la despoblación. Son herramientas, pero no la solución en sí
misma.
Elena Cebrián, secretaria
general para el Reto Demográfico decía en “Teletrabajar
desde la España vacía, una opción inasumible” (El Economista, 11 de mayo de
2020) “A la conectividad debemos añadir
la garantía de acceso a los servicios básicos de salud, educación y atención
social para todos los habitantes en áreas rurales. Sólo así, contando con estos
tres pilares, podremos afirmar que se dan las condiciones adecuadas para mantener
la población y, también, fomentar la vuelta al mundo rural”.
Y a pesar de
todo, esa lista se queda corta. Habrá que ver si esos servicios básicos se
garantizan de verdad, porque son asuntos que diferentes gobiernos han ido
olvidando. Estos factores, junto a la climatología invernal de Soria,
probablemente contribuyen a que una parte importante de la población sea
estacional. De seguir así, podría ser que el potencial boom del teletrabajo
quedara simplemente en estancias más largas durante los periodos típicos de
vacaciones.
Tratando la información con cautela
Añadía Elena
Cebrián que “en esta situación de
dificultad generalizada es fácil caer en la tentación de idealizar otras formas
de vida, como la que imaginamos en pequeños núcleos de población”, lo que
recuerda que los medios de comunicación tienden a mostrar los extremos, y que
hay que coger la información con cuidado.
Probablemente el
efecto de ese “éxodo a los pueblos” sea menor de lo que se anuncia. No sería la
primera vez que se crean expectativas que no se acaban materializando. En todo caso,
una cierta recuperación de población, aunque fuera pequeña, podría suponer la
reactivación de servicios que han desaparecido de los pueblos.
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